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Analizan los factores culturales y ambientales que condicionaron la distribución de las razas ganaderas autóctonas en la Península Ibérica

Investigadores de la Universidad de Salamanca han publicado un artículo en la prestigiosa revista Scientific Reports, del grupo Nature, que analiza la distribución de las razas ganaderas autóctonas de la España peninsular. Los resultados muestran que están condicionadas tanto por factores humanos como por las características del medio ambiente local, aunque pesan más los primeros. Cuanto más se parecen dos provincias en términos culturales y ambientales, más parecida es también su fauna ganadera, informa DICyT.

Las razas de animales domésticos son “una expresión de la relación entre los seres humanos y el medio ambiente”, explica a DiCYT Víctor Colino Rabanal, investigador del Área de Zoología de la Universidad de Salamanca, “una respuesta cultural a unas condiciones naturales”. En definitiva, el ganado local es fruto de una mezcla de selección artificial y selección natural. “Esta idea es bastante intuitiva, pero nadie se había puesto a cuantificar el peso de la cultura y del ambiente en la distribución de razas, en este caso, en la España peninsular”.

Para hacerlo, los investigadores han cruzado una gran cantidad de datos. En primer lugar, el estudio involucra a unas 110 razas ganaderas autóctonas locales, todas salvo las avícolas (por falta de información), es decir, el ganado bovino, ovino, equino, porcino y caprino; incluyendo el número de cabezas registradas en cada provincia.

“Actualmente, la ganadería utiliza mayoritariamente las mismas razas globalizadas destinadas a la producción, la cultura tiende a homogeneizarse y la forma de encarar el medio ambiente también, así que nos tuvimos que ceñir a las razas autóctonas que van desapareciendo. Esto implica que muchas de las razas con las que hemos trabajado están en peligro de extinción”, comenta Roberto Rodríguez.

Para estudiar los factores humanos, han utilizado principalmente los apellidos. Como son hereditarios, informan sobre la estructura biológica de la población y las relaciones entre distintos lugares, sirviendo como marcadores geográficos. A pesar de excluir los más comunes, que no sirven para estos fines, trabajaron con más de 90.000 apellidos recogidos en el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), teniendo en cuenta su evolución desde el siglo XIII. Los factores históricos también son esenciales para el análisis, puesto que las barreras administrativas marcan los flujos poblacionales y culturales.

Finalmente, para analizar el factor ambiental, los investigadores recurrieron a las bases de datos sobre distribución de especies de vertebrados. “Cuando hay coincidencia entre distintas provincias es porque probablemente tienen ambientes similares”, explican.

Este trabajo ha sido posible gracias a la existencia de bases de datos accesibles y de software estadístico que permite relacionar todos los factores.” Cuando analizamos los datos, el factor que más influía en la distribución de razas era el cultural, más que el ambiental”, destaca Colino. Es decir, que “cuanto más parecidos culturalmente somos, más parecidas son nuestras razas”. Por ejemplo, los investigadores han observado que existen patrones lingüísticos –aunque no los pudieron analizar como una variable independiente–, de manera que podrían agruparse razas gallegas, vascas, catalanas.

No obstante, todos los factores tienen su influencia y el ambiental es muy importante. De hecho, hay una España mediterránea y una atlántica diferentes entre sí. “Lo más cercano es más parecido y lo más lejano es más diferente”, resumen.

La conclusión es que la distribución de razas en España encuentra paralelismos tanto con la distribución humana como con la distribución de la fauna vertebrada. “Demostrábamos que las razas son una construcción tanto cultural como ambiental”, indican.

Los resultados de esta investigación pueden ser de gran utilidad en un momento marcado por un cambio global que está aniquilando las formas de vida tradicionales. “Los seres humanos construimos un nicho sobre la base de nuestra biología, nuestra cultura y el entorno”, destaca Colino. En ese sentido, “la pérdida de una raza ganadera es la pérdida de una cultura y una forma en la que el hombre ha encarado su relación con el medio ambiente”.

Pero también “es la pérdida de una oportunidad, porque con el cambio climático hay variedades autóctonas que pueden ser importantes, ya que cuanta más diversidad, más posibles soluciones hay”. De hecho, “cada raza está especializada en una forma de explotar el medio ambiente y en un entorno en concreto”.

“Hay ejemplos de cómo el conocimiento cultural tenía soluciones para el cambio ambiental que se está produciendo y que estamos perdiendo. Cada variedad local es una respuesta a un cambio ambiental que se puede producir y que podemos perder”, advierte Roberto Rodríguez.

No obstante, los investigadores se han llevado alguna sorpresa al realizar el estudio. Por ejemplo, “hay especies que recuperan terreno, como una raza de cabras autóctona de Granada. Además, desde las administraciones y desde la sociedad civil, a través de asociaciones y fundaciones, se están realizando esfuerzos por conservar el patrimonio ganadero.
 
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