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El oro rojo de La Vera

Viajamos a Cáceres para conocer cómo se elabora uno de los productos más importantes para el sector cárnico nacional: el Pimentón de La Vera.
 

Texto: DAVID BARREIRO

Abandonar Madrid un jueves por la mañana es tan difícil como despertar de una pesadilla. Circunvala la capital esa espiral subterránea infestada de coches que cada mañana albergan la hipertensión de una ciudad siempre al borde del infarto y uno se adentra en los atestados túneles de la M-30 sin saber si saldrá cerca de su destino o al lado de casa.  
Lo normal es perderse un puñado de veces, y así nos sucede, como si la ciudad que nos acoge no quisiera vernos partir y no es hasta que ha pasado ya más de media hora cuando vemos por el retrovisor que hemos dejado atrás la dentadura blanca de sus edificios emblemáticos que nos sonríe bajo la capa de contaminación que se quedará ahí hasta que lleguen las primeras lluvias del otoño, momento en el que, indefectiblemente, todo eso caerá sobre nosotros sin que nada podamos hacer.

Ya en la autovía se suceden los polígonos industriales de las ciudades dormitorio del sudeste, naves en las que se teje, se moldea, se destila, se envasa, se fermenta, se imprime o se trefila, quién sabe.

Poco a poco, a medida que avanzamos, el campo va ganando su sitio al progreso y el páramo se manifiesta en su esplendor plateado, un inmenso mar gris apenas salpicado de los pinos que se agavillan aquí y allá procurando la sombra que precisan pájaros, roedores y algún que otro caminante.

Un par de horas más tarde nos adentramos en una carretera que abrocha como una cremallera un paisaje más cercano y de pronto, de la nada, brota una niebla densa y blanca como un sueño que nos transporta a otro lugar, quizás, a otro tiempo. Cuando salimos de ella, nos encontramos un valle verde y feraz poblado de robles y encinas, de cerdos y vacas, de arroyos vivaces, y vemos ante nosotros una presencia imponente: las plantaciones de tabaco y sus secaderos de ladrillo visto construidos en dirección norte sur para que el viento cumpla con su cometido.

Estamos en La Vera, en el nordeste de la provincia de Cáceres, una comarca rica y frondosa, fértil y bella y nos preguntamos si no estaremos realmente más allá del tiempo cuando, en un cruce de nuestro camino, vemos el óxido de los días posado sobre un enorme cartel que reza “Bar restaurante Puente Viejo”, quizás vino y rosas de un pasado ya lejano y remoto que cuesta recordar.

Y llegamos a nuestro destino, Jaraíz de La Vera, un municipio de 6.500 habitantes que bulle hoy porque los jueves es día de mercadillo. Lo atravesamos prendados de una actividad que no se pelea con el sosiego, pasamos ante la Iglesia de San Miguel Arcángel y la elegante Villa Virtudes y ya en el otro extremo, un bloque de piedra nos recuerda la razón de nuestro viaje: “Jaraíz de la Vera. Capital mundial del pimentón”.

El oro rojo de La Vera

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