Según este artículo, al menos el 25% de la carne que se comercializa en el Reino Unido procede de granjas que no cumplen con los requisitos nacionales en materia de bienestar animal, incluyendo algunos de la UE, y que tienen costes de producción más reducidos. Este tipo de información se suma al deseo de los productores ganaderos y los consumidores de etiquetar los productos haciendo referencia al bienestar animal que han tenido los animales.

A raíz del artículo, Kevin Pearce, uno de los responsables del National Farmes Union ha manifestado que las cadenas de distribución nacionales deberían pedir los estándares de bienestar animal y calidad británicos a aquellos productores de fuera del país.