El verano no es la mejor época para los hábitos reproductivos del porcino. Con las altas temperaturas, las hembras sienten menos apetito y no se quedan en celo. Esta circunstancia representa un problema para las explotaciones porcinas, que tratan de optimizar la producción de estos animales al máximo. El problema se acrecienta en las cerdas primerizas, aquellas que aún no han sido cubiertas.

Un equipo de investigación internacional, en el que participan el Centro Tecnológico de Inseminación Artificial Porcina de León (Centrotec) y la Universidad Estatal de Míchigan (Estados Unidos), han elaborado un tratamiento de hormonas que incentiva la ovulación en estas cerdas jóvenes y evita la falta de celo. Los científicos tratan ahora de trasladar estos resultados a las veteranas y calibrar las dosis, según informa DiCyT.

El trabajo científico está liderado por el leonés Rodrigo Manjarín, investigador del College of Veterinary Medicine en Lansing, Míchigan. En el equipo investigador, además de Centrotec y el centro de investigación estadounidense, participan las universidades de Guelph (Canadá) y degli Studi di Parma (Italia) y un grupo neerlandés.

Los investigadores tratan de mejorar el tratamiento hormonal que acelera los procesos de celo en las cerdas, pero que en verano tienen peores resultados. Manjarín explica a DiCYT que los ganaderos "emplean dos hormonas que se inyectan después de los 21 días de destete de los lechones y cinco días después, las cerdas vuelven al celo". Sin embargo, "en los meses cálidos, julio, agosto y actualmente principios de septiembre, las cerdas dejan de comer y pierden el celo, lo que produce un freno en la producción de las explotaciones y comienzan las pérdidas", explica el experto. Los científicos estiman que esta circunstancia afecta al 30% de las cerdas que ya han sido preñadas y que el porcentaje se eleva al 40% entre las nulíparas.

La investigación se fijó dos objetivos: el primero fue tratar de entender por qué no funcionaba el tratamiento hormonal estándar, denominado PG600; el segundo se centró en mejorar este tratamiento. La fase experimental se ha llevado a cabo en 500 ejemplares, la mayoría de explotaciones españolas (en Villaquejida, León, y la provincia de Ávila), pero también de granjas de Míchigan y Ontario (Canadá), en la región de los Grandes Lagos.

En el análisis del cómo funciona el tratamiento hormonal, los veterinarios se dieron cuenta las dos hormonas "no funcionaban en paralelo, sino en secuencia". Con estos fármacos, se pretende estimular el ovario, para que los folículos actúen y se produzca la ovulación. Sin embargo, las hormonas no trabajaban en dúo, sino que cada una tenía funciones diferentes y complementarias. La primera, denominada FSH, actúa creciendo los folículos, mientras que la segunda, llamada LH o comercialmente hCG, termina el crecimiento y propicia que el animal ovule. Además, los científicos observaron que en las cerdas en las que fallaba el tratamiento pro el calor, la hormona que probablemente fallara fuera la segunda, por lo que diseñaron un tratamiento experimental.

En cerdas primerizas empezaron a administrar el tratamiento convencional y, 24 horas después, una cantidad de hCG, la segunda hormona. "Vimos que todas las cerdas nulíparas ovulaban y presentaban altos niveles de progesterona, y presentaban celo", indica Rodrigo Manjarín. También se encontraron con un problema: se empezaban a desarrollar quistes en el ovario, "probablemente asociados a la mayor administración de la hormona hCG". Visto el beneficio que proporciona una segunda administración del fármaco y para evitar estos problemas asociados, los científicos ahora tratan de equilibrar las dosis y los plazos en la segunda inyección. El trabajo también se realiza, en paralelo, en cerdas que ya han tenido descendencia.