Por estas fechas, cuando está a punto de terminar el año, siempre vemos noticias que hacen referencia a qué ha sido lo más buscado en Google o cuál ha sido elegida como la palabra del año.

Más allá de palabras como vacuna, colada, fajana, etc., el final del año nos está dejando una palabra que está afectando directamente al bolsillo de todos y qué va camino de ser la auténtica protagonista del año: inflación.

Todo sube de precio. Siempre que vayamos a comprar algo, encender el coche o darle al interruptor de cualquier aparato, en mayor o menor medida estará afectado por un incremento de costes en su producción. Sean los chips que no vienen de China, sea la subida del precio de las materias primas y de la energía con que ha sido producido o transportado.

Tal pareciera que además de haber salido de lo más hondo de esta pandemia (que no se ha acabado, sigan teniendo cuidado), nos estuvieran esperando con una subida de precios que no nos había repercutido hasta ahora.

En el caso de la industria cárnica, como si de una jauría de lobos atacando a su presa se tratara, hay varias causas para esta subida de precios. Unas vienen de los eslabones anteriores de la cadena: costes de los cereales para los piensos, escasez de animales para sacrificio en algunos sectores como el vacuno, nuevas medidas legislativas que poner en marcha, etc.

Pero además, las empresas cárnicas afrontan la subida de precios de la electricidad, el incremento de los costes laborales y del transporte de sus productos, con una amenaza de huelga de camioneros de cara a las próximas Navidades. Al tiempo, deben seguir invirtiendo en sostenibilidad y ser respetuosos medioambientalmente. Casi nada.

Y no solo los industriales cárnicos se ven afectados. Los fabricantes de maquinaria también afrontan problemas más o menos similares en sus producciones con subidas de las materias primas y componentes.

Por todo ello, estén preparados, puesto que el próximo año va a ser desafiante para todos por las circunstancias con que parece que va a iniciarse.