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Del dicho al hecho...

Editorial del número 307 de EUROCARNE, edición de junio de 2022

...hay un gran trecho. O eso es al menos lo que parece al comparar lo que los consumidores dicen en las encuestas y estudios de mercado frente a lo que ocurre cuando se publican los datos de consumo. Vemos que aquellos productos que son más baratos acaban resultando el refugio del consumidor, sobre todo en estos tiempos de inflación continuada.

Durante este último mes hemos tenido la posibilidad de comprobar varias veces, a través de diversos estudios, cómo el comportamiento del consumidor difiere mucho en la caja del supermercado que frente al encuestador de turno. Una de ellas ha sido en la undécima edición del Congreso Mundial del Jamón celebrado en Segovia.

Una de las ponencias hacía referencia a la penetración del jamón ibérico en los hogares. Todos los consumidores apreciaban el producto, lo identifican con la archimencionada Dieta Mediterránea, pero... el 66% argumentó no comprarlo porque se trata de un producto caro y otro 14,5% dijo que nunca estaba en oferta.

Otras veces, el esfuerzo que realiza el sector por mejorar y adaptarse a las exigencias del consumidor no está suficientemente reconocido. Un ejemplo de esto lo encontramos en un informe elaborado por la Comisión Europea en el que se analiza qué entiende el consumidor por bienestar animal, qué información le gustaría ver en el etiquetado, etc.

Son muchas exigencias en este tema y cuando a los encuestados se les pregunta sobre su disposición a pagar más por un tipo de carne en la que haya unos estándares más altos de bienestar animal que los ya exigidos por la normativa europea, muy por encima de los que hay en otros países, todo sea dicho, el consumidor se hace el remolón y dice que sí, que pagaría algo más pero no lo suficiente como para que ese esfuerzo se vea recompensado tanto para el ganadero como el industrial cárnico que se han preocupado por mejorar sus producciones.

La misma respuesta nos la vamos a encontrar seguramente cuando lleguen los siguientes etiquetados: los referentes a la huella medioambiental de la elaboración y transporte de los alimentos.

Podemos estar de acuerdo en que “quien paga, manda” pero también nos toca pedir un poco de cordura y menos hipocresía al consumidor para que sea consecuente con sus exigencias y pague por ellas.
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