Felicitémonos. Por las fechas navideñas y por haber logrado llegar a la orilla, al final de la travesía de 2022 y estar ya preparados para afrontar 2023. Si algo caracteriza a la década que estamos viviendo es la incertidumbre que casi lo rodea todo. Como bien dicen muchos de los dirigentes empresariales, gobernar un barco de esta forma y sin saber para dónde poner rumbo es algo de lo más difícil.

Y es que desde 2020, todo ha estado lleno de cambios de rumbo obligados por las circunstancias: la covid-19, la caída del consumo fuera del hogar, el conflicto por la invasión de Ucrania, la inflación, los altos costes de producción... Todo son situaciones novedosas a las que hay que sumar el continuo incremento de las exigencias de los consumidores en todo lo referente a la sostenibilidad y la adaptación de los productos a sus demandas.

Para 2023 todo esto difícilmente tendrá marcha atrás: los precios altos seguirán y va a ser complicado volver a la casilla de salida. Podría derivar en un cambio en los hábitos que, tal y como vivimos en crisis anteriores, lleve al consumo de productos más baratos y bajar la cantidad y el valor de los tickets de compra.

A todo esto debemos sumar nuevas tormentas y frentes borrascosos a los que las empresas deben enfrentarse. Uno de ellos es la puesta en marcha de la Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular. Con tan ampuloso nombre se busca reducir el impacto medioambiental del plástico que rodea y protege la amplia mayoría de los productos cárnicos que se comercializan hoy en día. Impondrá un impuesto para los envases de plástico no reutilizables y gravará el depósito de residuos en vertederos o su incineración.

Hay más temas pendientes. ¿Alguien se acuerda del prometido PERTE a estas alturas? ¿En qué se quedará finalmente? Es una incógnita que, como muchas otras veces, las empresas están afrontando sin un interlocutor claro y ágil en la administración.

Y esto último acaba resultando vital para el tema que abordamos en este número: la innnovación. Mejorar la calidad y variedad en las producciones viene de la mano, en muchas ocasiones de la compra de maquinaria y tecnología, algo que las empresas cárnicas afrontan en muchos casos a través de ayudas que no les llegan cuando más falta les están haciendo.